
Al día siguiente Cortés fue al palacio real a devolver la visita a Moctezuma, le expuso la doctrina cristiana y le hablo del emperador Carlos V.
Moctezuma temía a estos hombres blancos que según sus creencias podían ser de los que hablaban los oráculos que algún día vendrían mandados por los dioses. Al menos se congratulaba que fueran de carne y hueso.
Era una situación complicada para Moctezuma, por una parte daba a sus invitados todo lo que pedían y quería mantenerlos contentos, pero por otra parte quería que se fueran, no podía hacerlos frente y tampoco podía echarlos, además los mexicas estaban a disgusto con los españoles en la ciudad. Cortés al revés, cuanto más recibía menos quería irse.
Los españoles fueron conociendo la ciudad, su mercado, sus calles y plazas, sus costumbres. Un día una delegación de mexicas los enseñaron el gran templo de México, grandes patios y una gran muralla bordeaban el templo, en el centro estaba la gran pirámide truncada con escaleras en un lado, y el teocalli donde se inmolaban miles de cautivos al año.
Moctezuma esperaba en la plataforma superior desde donde se podía admirar un paisaje espectacular, con la ciudad entera rodeada del gran lago Texcoco, estaba acompañado de los sacerdotes que participaban en los siniestros sacrificios humanos.
Hernán Cortés pidió a Moctezuma que le llevara a presencia de sus dioses, en la plataforma donde se encontraban había una torre donde entraron y lo que vieron fue un espectáculo dantesco, aterrador. Había dos gigantescas figuras grotescas y obesas, una era Tezcatlipoca, el alma del mundo, a su derecha estaba su hermano Huitzilopochtli, dios de la guerra, estaban adornados con piedras preciosas y contenían los corazones de los indios sacrificados ese día. La atmósfera era fétida, los muros y el suelo brillaban con la sangre fresca que se acumulaba sobre la sangre reseca de los días anteriores.
Hernán Cortés no podía creer lo que estaba viendo, pidió a Moctezuma que los dejara hacer una capilla cerca de sus dioses con la imagen de Nuestra Señora, para que se alejaran de los dioses que tan engañados le tenían. Moctezuma montó en cólera, indignado le dijo que no blasfemara y que si lo hubiera sabido jamás le hubiera permitido acceder a tan sagrado lugar.
Otros capítulos de esta serie
00.- La conquista de México – Introducción
05.- Venciendo las dificultades
07.- Hernán Cortés y Moctezuma
09.- Cortés toma México en nombre del Emperador
10.- Los Mexicas se revelan contra Alvarado
12.- Cortés recupera Tenochitlán