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La Batalla de Lepanto

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Las flotas cristiana y la musulmana se enfrentaron el 7 de octubre de 1571 en la mayor batalla naval de la historia de Europa, se libró a orillas de la ciudad griega de Lepanto, y se decidió no solo el futuro de Europa sino posiblemente su propio nacimiento, identidad forjada ante la amenaza de que el islam se expandiera por el continente europeo, hecho que consiguieron frenar en seco.

El Imperio Otomano lanzaba los ataques desde Constantinopla, la capital del Imperio, penetrando cada vez más en la Europa mediterránea (Grecia, Balcanes, norte de África). Algunos gobiernos como España, Venecia, o Génova temían el poderío militar turco, y los Estados Pontificios temían la expansión del Islam por Occidente. Curiosamente Francia siendo una nación europea apoyó a los Turcos, lo mismo hará años más tarde en la guerra de los 30 años cuando siendo una nación católica apoyó a los protestantes.

El Papa Pio V intentó la alianza militar europea en varias ocasiones sin conseguirlo, hasta que en 1570 la armada turca invadió Chipre, un puerto de capital importancia, hecho que puso de acuerdo a Españoles, Venecianos y Genoveses principalmente, que formaron a iniciativa del Papa la llamada Liga Santa, una flota de unos 280 barcos y 50.000 hombres, que tenía como comandante supremo a Don Juan de Austria, hijo del Emperador Carlos V y hermanastro de Felipe II.

Don Juan de Austria estaba en la cúspide de su carrera después de vencer a los moriscos rebeldes en las Alpujarras, y tuvo la suficiente autoridad como para aplacar las fuertes tensiones que tuvieron lugar entre los componentes de la Liga Santa, conciliar muchos egos y distintas sensibilidades nacionales. También intervinieron como comandantes Alejandro Farnesio que se convertirá con el tiempo en uno de los generales míticos de la historia de España, y Álvaro de Bazán que se embarcó con 14 años y como almirante español nunca fue derrotado.

El sultán del Imperio Otomano Selim II, puso al mando de su flota a su primer ministro Alí Pasha, que estaba formada por unas 250 galeras, 60 barcos pequeños y alrededor de 100.000 soldados.

La formación cristiana tenía al frente a 6 galeazas venecianas, construidas para esta ocasión, con cubiertas muy altas que hacían imposible el abordaje, además poseían una capacidad artillera muy superior con cañones móviles.

En la flota cristiana se serraron los espolones, hasta entonces se combatía hincando el espolón en la galera enemiga y pasando al abordaje como infantería, pero con tantos barcos en un mar cerrado donde se podía maniobrar con dificultad eso era complicado. Los cristianos serraron los espolones de sus barcos y así perder peso frontal para aumentar el ángulo de sus cañones e incrementar la distancia de sus bombas.

Don Juan de Austria arengó a la tropa:

«Hijos, a morir hemos venido, o a vencer si el cielo lo dispone. No deis ocasión para que el enemigo os pregunte con arrogancia impía ‘¿dónde está vuestro Dios?’. Pelead en su santo nombre, porque muertos o victoriosos, habréis de alcanzar la inmortalidad»

Don Juan de Austria

En la batalla intervino Cervantes que quedó inútil de una mano, lo que no le impidió escribir El Quijote, y la definió como:

«la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros».

Miguel de Cevantes

Se enfrentaban dos civilizaciones, dos religiones diferentes la cruz y la media luna, en la batalla intervinieron unos 600 barcos y más de 200.000 soldados y remeros. Los otomanos eran superiores en número, pero los cristianos tenían mejor armamento tanto en los cañones de sus barcos, como los arcabuceros de los Tercios españoles que eran superiores a los Jenízaros turcos.

La batalla duró horas, murió Alí Pasha, el agua del Mar Mediterráneo se tiño de rojo de las numerosas bajas y miembros amputados que se produjeron, y cientos de barcos se fueron al fondo del Mar Mediterráneo.

El Papa Pío V proclamó a Don Juan de Austria salvador del mundo cristiano, y Felipe II le nombró gobernador general de los Países Bajos.

La Batalla de Lepanto fue la última gran batalla de la antigüedad, en 1570, se había producido la rebelión de los moriscos de las Alpujarras, y existía un riesgo importante de que los turcos ayudaran a los piratas berberiscos y a su vez a los moriscos. La victoria fue importantísima porque los turcos renunciaron al control del Mediterráneo, y a su expansión por la Europa cristiana, la expresión “moros en la costa” ya no tendría sentido. Fue un duro golpe para el Imperio Otomano que con el tiempo consiguió reconstruir su flota, pero nunca pudo recuperarse de la calidad de los marinos que perdió en la batalla.

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