Los sistemas políticos van cambiando con el tiempo, a nuevas necesidades se necesitan nuevas soluciones. El liberalismo no es menos y aunque el espíritu es el mismo, ser liberal hoy no es lo mismo que era en 1808, pero esta es una buena razón para repasar la historia y ver de dónde viene esta corriente político-económica, incluso filosófica.
Es difícil establecer un origen de como el liberalismo se va sacudiendo poco a poco el absolutismo y sus reminiscencias carlistas, nos podríamos ir remontando en el tiempo todo lo que queramos, pero un buen punto de partida podría ser entre los años 1808 y 1812, que significaron la construcción constitucional de una nación de ciudadanos libres e iguales, basada en la soberanía nacional, la división de poderes y los derechos individuales. Construcción de una constitución que culminó en 1812, que hacía a los españoles libres, cambio importante si tenemos en cuenta que venimos del absolutismo, e iguales, todos con los mismos derechos y obligaciones, independientemente del lugar de nacimiento, raza, religión, lengua, etc. Esta constitución está basada en la soberanía nacional, o sea, la soberanía ya no reside en el monarca de turno, sino que está en la propia nación de ciudadanos libres e iguales, y está basada en la división de poderes, antes todo el poder estaba en el rey, pero la constitución de 1812 divide el poder absoluto en legislativo, ejecutivo y judicial. Y también está basada en los derechos individuales, o sea, los derechos son de cada persona, no de una región de España, o de cualquier grupo de ciudadanos, el derecho reside individualmente en cada persona independientemente del lugar de nacimiento o residencia.
Estas ideas significaron la revolución liberal en España, y se plasmaron en nuestra primera constitución «La Pepa», la del 19 de marzo de 1812.
En 1814 regresó a España Fernando VII, y derogó esta constitución liberal. Por dos veces la aceptó, y por dos veces renunció a ella, regresando el absolutismo. Así era el Rey Felón, podía decir una cosa y la contraria según le conviniera. El 29 de septiembre de 1833, el día del patrón de Peñaranda de Bracamonte, murió Fernando VII y se proclamó reina su hija Isabel II con solo tres años, pasando la regencia a su madre María Cristina hasta que Isabel cumplió la mayoría de edad, a los 13 años.
A España le costó aceptar el liberalismo tres guerras civiles, las llamadas guerras carlistas. El carlismo es un movimiento sociopolítico que apareció contra esta revolución liberal, de ahí se dice que es un movimiento antiliberal y contrarrevolucionario que rechaza la implantación de una sociedad con un estado liberal. Empezaron apoyando a Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, al que llamaron Carlos V. Creían en la Ley Sálica, que impedía a las mujeres el acceso al trono, por eso no aceptaban a Isabel II como reina de España. En contra los Isabelinos si apoyaban a Isabel y creían en la Pragmática Sanción, ley publicada por Fernando VII que abolía la ley Sálica.
Pero lo que empezó siendo una lucha por el derecho de sucesión se fue complicando, y pasó a ser un enfrentamiento entre dos modelos de sociedad, el Antiguo Régimen defendido por los Carlistas, frente al Liberalismo defendido por los Isabelinos.
El carlismo es un movimiento que rechaza las libertades económicas, el estado laico, y la uniformidad territorial y jurídica, y defiende el tradicionalismo, la monarquía absoluta, la primacía de la Iglesia católica, y los fueros, su lema es «Dios, Patria, Rey y Fueros», fue apoyado principalmente en el norte y el este de España, por el clero rural, artesanos y algunos oficiales del ejército. Los liberales eran apoyados principalmente en las ciudades, por la burguesía, los trabajadores urbanos, la alta jerarquía eclesiástica, la nobleza y la mayor parte del ejército. A los carlistas los apoyó Austria, Rusia, Prusia, Nápoles y los Estados Pontificios, y a los liberales los apoyaron Francia, Inglaterra y Portugal.
Las guerras carlistas son tres, la primera y más importante duró desde la muerte de Fernando VII en 1833, hasta la firma del Convenio de Vergara en 1839, después de morir el líder carlista el general Zumalacárregui, fue firmado por el general Espartero por parte de Isabelinos, y el general Maroto por parte Carlista. La segunda se desencadena tras el fracaso del enlace matrimonial entre Isabel II y el hijo de Carlos María Isidro, y dura desde 1846 hasta que son vencidos de nuevo los carlistas en 1849. Y la tercera que tiene lugar en 1872, a causa de la elección de un rey extranjero, Amadeo I, continúa durante la primera república, y acaba en 1876 durante la restauración borbónica en Alfonso XII. Apoyaban a otro Carlos, nieto del Carlos María Isidro.
Después de estas guerras el estado liberal más o menos se consolidó, a excepción de las dictaduras del general Miguel Primo de Rivera y sobre todo la del general Francisco Franco, profundamente antiliberal, que dedicó grandes esfuerzos a perseguir estas ideas liberales.
Muchos principios liberales son la base de la actual civilización occidental, aunque en este siglo se está produciendo una colectivización de los derechos individuales, y una cada vez menor división de poderes, subordinado el poder judicial al poder ejecutivo y al legislativo, que ya estaban bastante mezclados de por sí.
Hay que ser muy escrupuloso en la efectiva separación del poder legislativo, ejecutivo y judicial, y dotar a cada uno de las armas necesarias para controlar a los otros dos, ya que la concentración de dos de estos poderes nos lleva al recorte de libertades individuales y al abuso del poder.