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Fiesta de Castilla y León

Concordia-de-Benavente

Cada 23 abril recuerdo como durante la transición, la artificiosa formación de Castilla y León nos hurtó las provincias de Santander y Logroño, convirtiendo estas provincias en las Comunidades de Cantabria y La Rioja respectivamente, eran tiempos en que todo valía con tal de contentar a algunas élites y calmar ciertas ideologías.

También me doy cuenta que de la riquísima historia de Castilla y León se opta de forma victimista, muy de acuerdo con los tiempos que corren, por declarar la fiesta autonómica este 23 de abril, conmemorando la derrota de los comuneros en la batalla de Villalar el 23 de abril de 1521. Movimiento comunero que lo componían principalmente la burguesía mercantil de las capitales que querían impuestos bajos y no perder sus privilegios, y los frailes que trasladaron la rebelión a las clases bajas.

Este 23 de abril quiero poner de manifiesto un hecho crucial para el devenir de Castilla y León, y para comprender la formación de la España medieval y su posterior desarrollo, como es la Concordia de Benavente o, como también se le ha llamado el Tratado de las Reinas. El 11 de diciembre de 1230,  las reinas Teresa de Portugal y Berenguela de Castilla acordaron la unión de los reinos de León y de Castilla en la persona del hijo de Berenguela, Fernando III. Un acto que, como el Compromiso de Caspe (1412), evitó una guerra civil, acabó con rivalidades centenarias, abrió el camino para la reconquista de Córdoba, Jaén y Sevilla y estableció las bases del dominio del nuevo reino de Flandes a América.

Tanto León como Castilla eran dos reinos cristianos de la península ibérica que compartían una historia de conflictos y rivalidades, pero también tenían intereses comunes en la lucha contra los reinos musulmanes en la Reconquista.

Teresa de Portugal era la hija del rey Alfonso I de Portugal y la esposa del rey Alfonso IX de León, aunque su matrimonio fue anulado por razones religiosas, ella seguía siendo una figura influyente en León.

Berenguela de Castilla era la hija mayor del rey Alfonso VIII de Castilla y la reina Leonor Plantagenet, su hermano, Enrique I de Castilla, murió en 1217, dejándola como la única heredera legítima al trono de Castilla. También se casó con Alfonso IX de León aunque este matrimonio, al igual que el matrimonio con Teresa de Portugal, fue anulado por el papa por consanguinidad.

Ante la inminencia de una guerra civil, las dos exmujeres de Alfonso de León buscaron una solución pacífica a la cuestión sucesoria, y las dos reinas se reunieron en Benavente y firmaron la Concordia de Benavente, estableciendo que Fernando III, hijo de Berenguela, sería reconocido como rey de León y de Castilla.

Fernando se comprometía a respetar los fueros y privilegios del reino leonés y a gobernar ambos reinos de manera conjunta, Teresa de Portugal renunciaba a los derechos que sus hijas Sancha y Dulce tenían al trono de León en favor del rey de Fernando III, derechos adquiridos por el testamento de Alfonso IX de León, y a cada una de ellas se le asignarían de por vida una docena de señorías por los que percibieron una renta anual de 15.000 maravedíes, que serían reducidos a 10.000 en caso de entrar en religión, y suspendidos en caso de matrimonio

Este pacto supuso la unión política de ambos reinos poniendo fin a la división y creando un reino más fuerte, estable y próspero, se evitó la guerra civil que podría haber debilitado a la Península frente a la amenaza musulmana, Fernando III pudo intensificar la lucha contra los reinos de taifas conquistando territorios importantes como Córdoba y Sevilla, y allanó el camino para la formación de la Corona de Castilla, su posterior expansión territorial que la convertirían en una de las potencias más importantes de Europa durante la Edad Media.

Las protagonistas, Teresa y Berenguela, demostraron su inteligencia, capacidad de diálogo y visión de futuro al tomar una decisión que beneficiaría a sus reinos y a las generaciones venideras. Son un ejemplo de cómo las mujeres, a pesar de las limitaciones de la época, podían jugar un papel importante en la política y tomar decisiones que afectaban al destino de sus reinos.

A estas dos reinas las sucederían mujeres importantes para la historia de España, entre otras María de Molina, esposa, madre y abuela de reyes, que luchó primero para consolidar a su marido Sancho IV “el Bravo” como rey de Castilla, más tarde defendió a su débil hijo Fernando IV “el Emplazado” de las intrigas de los nobles para arrebatarle el trono, y por último preservando los derechos de sucesión al trono de su nieto Alfonso XI “el Justiciero”, y por supuesto Isabel la católica, posiblemente la mujer más importante en la historia de España.

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